Esta é a enorme casa que criou Gaudí para um casamento justo frente a Casa Batlló quando a terminou

Esta é a enorme casa que criou Gaudí para um casamento justo frente a Casa Batlló quando a terminou Esta es la enorme casa que creó Gaudí para un matrimonio justo frente a Casa Batlló cuando la acabó

Adrián Roque
El gran edificio que marcó un antes y un después en el modernismo catalán La Manzana de la Discordia: el tramo de Paseo de Gràcia donde compitieron los genios del modernismo En 1910, cuando Antoni Gaudí puso el último detalle en la Casa Batlló, cruzó literalmente la calle para iniciar otro encargo que transformaría para siempre la imagen del Passeig de Gràcia. El matrimonio formado por Pere Milà y Roser Segimon quería una residencia monumental, moderna y capaz de expresar su estatus en aquella Barcelona que crecía con ambición. El resultado fue la Casa Milà, conocida en pocas décadas como La Pedrera, una de las obras más emblemáticas de Gaudí Barcelona y una pieza esencial del modernismo catalán. Un edificio que nació rodeado de polémica y que hoy se considera uno de los grandes iconos de la ciudad. Las formas provocadoras que desconcertaron a la Barcelona de 1910 Cuando se inauguró, la Casa Milà dividió a la ciudad. Muchos barceloneses la observaban con desconfianza, incapaces de comprender esa fachada ondulante que rompía con toda referencia clásica. De ahí nació el apodo de La Pedrera, una burla al aspecto pétreo, casi de cantera, del edificio. Gaudí, inmerso entonces en su etapa naturalista, proyectó un conjunto arquitectónico inspirado en la geometría orgánica y en los ritmos de la naturaleza: volúmenes sin rigidez, balcones de hierro retorcido y una estructura que parecía más esculpida que construida. En pleno auge del modernismo catalán, la obra sorprendió incluso a quienes ya conocían la creatividad de Gaudí Barcelona. Cada detalle respondía a un pensamiento innovador: ventilación natural, ausencia de muros de carga, patios interiores que garantizaban la entrada de luz y curvas que parecían desafiar la lógica de la época. El Passeig de Gràcia, hasta entonces una avenida en expansión, encontró en La Pedrera su edificio más atrevido. Las chimeneas guerrero Si la fachada ya era motivo de conversación, el terrado terminó de alimentar la leyenda. Allí, Gaudí diseñó una serie de chimeneas y torres de ventilación que parecían figuras de guerreros petrificados. Hoy son una de las imágenes más reproducidas de Gaudí Barcelona, y un ejemplo perfecto de cómo el arquitecto era capaz de unir funcionalidad y simbolismo. Este jardín escultórico al aire libre es una de las razones por las que la Casa Milà se ha convertido en una visita imprescindible en el Passeig de Gràcia. Desde allí se entienden las claves del modernismo catalán: imaginación formal, uso expresivo de los materiales y una atención obsesiva por la integración entre arquitectura y paisaje urbano. También es el espacio donde mejor se percibe esa espiritualidad que Gaudí imprimió en muchas de sus obras, dotando al edificio de un lenguaje propio. De casa particular a museo vivo del modernismo catalán Aunque la Casa Milà nació como residencia privada del matrimonio Milà, con pisos de alquiler destinados a familias acomodadas, su destino final fue bien distinto. Hoy pertenece a la Fundació Catalunya–La Pedrera, que ha convertido el edificio en un espacio cultural abierto al público. En las buhardillas se expone una muestra permanente dedicada a Gaudí, mientras que la azotea y el piso principal se han consolidado como algunos de los lugares más visitados por quienes quieren entender a fondo el modernismo catalán. Pasear por la Casa Milà es asomarse al modo en que Gaudí concebía la arquitectura: sin líneas rectas, sin ornamentos puestos al azar y siempre con una ambición artística que lo situó muy por delante de su tiempo. A más de un siglo de su inauguración, sigue siendo un símbolo del carácter experimental de Gaudí Barcelona y del papel que el Passeig de Gràcia tuvo como laboratorio arquitectónico para las clases burguesas de principios del siglo XX. El gran edificio que marcó un antes y un después en el modernismo catalán La Manzana de la Discordia: el tramo de Paseo de Gràcia donde compitieron los genios del modernismo En 1910, cuando Antoni Gaudí puso el último detalle en la Casa Batlló, cruzó literalmente la calle para iniciar otro encargo que transformaría para siempre la imagen del Passeig de Gràcia. El matrimonio formado por Pere Milà y Roser Segimon quería una residencia monumental, moderna y capaz de expresar su estatus en aquella Barcelona que crecía con ambición. El resultado fue la Casa Milà, conocida en pocas décadas como La Pedrera, una de las obras más emblemáticas de Gaudí Barcelona y una pieza esencial del modernismo catalán. Un edificio que nació rodeado de polémica y que hoy se considera uno de los grandes iconos de la ciudad. Las formas provocadoras que desconcertaron a la Barcelona de 1910 Cuando se inauguró, la Casa Milà dividió a la ciudad. Muchos barceloneses la observaban con desconfianza, incapaces de comprender esa fachada ondulante que rompía con toda referencia clásica. De ahí nació el apodo de La Pedrera, una burla al aspecto pétreo, casi de cantera, del edificio. Gaudí, inmerso entonces en su etapa naturalista, proyectó un conjunto arquitectónico inspirado en la geometría orgánica y en los ritmos de la naturaleza: volúmenes sin rigidez, balcones de hierro retorcido y una estructura que parecía más esculpida que construida. En pleno auge del modernismo catalán, la obra sorprendió incluso a quienes ya conocían la creatividad de Gaudí Barcelona. Cada detalle respondía a un pensamiento innovador: ventilación natural, ausencia de muros de carga, patios interiores que garantizaban la entrada de luz y curvas que parecían desafiar la lógica de la época. El Passeig de Gràcia, hasta entonces una avenida en expansión, encontró en La Pedrera su edificio más atrevido. Las chimeneas guerrero Si la fachada ya era motivo de conversación, el terrado terminó de alimentar la leyenda. Allí, Gaudí diseñó una serie de chimeneas y torres de ventilación que parecían figuras de guerreros petrificados. Hoy son una de las imágenes más reproducidas de Gaudí Barcelona, y un ejemplo perfecto de cómo el arquitecto era capaz de unir funcionalidad y simbolismo. Este jardín escultórico al aire libre es una de las razones por las que la Casa Milà se ha convertido en una visita imprescindible en el Passeig de Gràcia. Desde allí se entienden las claves del modernismo catalán: imaginación formal, uso expresivo de los materiales y una atención obsesiva por la integración entre arquitectura y paisaje urbano. También es el espacio donde mejor se percibe esa espiritualidad que Gaudí imprimió en muchas de sus obras, dotando al edificio de un lenguaje propio. De casa particular a museo vivo del modernismo catalán Aunque la Casa Milà nació como residencia privada del matrimonio Milà, con pisos de alquiler destinados a familias acomodadas, su destino final fue bien distinto. Hoy pertenece a la Fundació Catalunya–La Pedrera, que ha convertido el edificio en un espacio cultural abierto al público. En las buhardillas se expone una muestra permanente dedicada a Gaudí, mientras que la azotea y el piso principal se han consolidado como algunos de los lugares más visitados por quienes quieren entender a fondo el modernismo catalán. Pasear por la Casa Milà es asomarse al modo en que Gaudí concebía la arquitectura: sin líneas rectas, sin ornamentos puestos al azar y siempre con una ambición artística que lo situó muy por delante de su tiempo. A más de un siglo de su inauguración, sigue siendo un símbolo del carácter experimental de Gaudí Barcelona y del papel que el Passeig de Gràcia tuvo como laboratorio arquitectónico para las clases burguesas de principios del siglo XX.
Arquitectura Arte Gaudí Barcelona
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